sábado, 1 de enero de 2011

PRIMER DOMINGO DEL 2011

Queridos todos los que os disponéis a participar en la celebración por la familia en la Plaza de Colón, y todos los que lo haréis de corazón desde vuestras casas y comunidades.


Hoy podríamos decir con el Evangelista san Juan que “en el principio ya existía la familia”. Es la gran revelación que nos trajo Jesús: Dios es amor, es comunión de personas, es entrega generosa de la vida, es abrazo incondicional al otro, abrazo desde el pesebre y abrazo desde la Cruz. Sólo de un Dios así puede nacer la familia cristiana, que no es sino la familia humana elevada a sacramento.

En el Principio existía la Palabra, en la que había Vida, con mayúsculas. Por eso también hoy la festejamos, la promovemos y la defendemos, la de los más inocentes, la de los más desvalidos, la de los últimos. Porque todos ellos participan de la vida divina.



Y la Palabra era luz, la luz de los hombres. Por eso hemos iluminado nuestras calles, nuestras iglesias y nuestros hogares. A diferencia de entonces, las tinieblas de hoy no se esconden en la oscuridad, sino en la confusión. Confunden con luces, con algarabía, con ruido. También adornan, aunque sea con símbolos absurdos, ajenos a toda tradición cristiana; y se alegran en estas fechas, aunque para lograrlo necesiten hartarse de compras, o de estímulos artificiales.

Los cristianos hoy necesitamos el don de la Sabiduría de la que nos habla la primera lectura, para distinguir lo genuino, lo auténtico de estas Navidades, y descartar los sucedáneos neopaganos. Lo que nos ha nacido no ha sido ni la energía positiva ni las buenas vibraciones con las que tantos se felicitan en estos días; nos ha nacido la Palabra hecha carne, y habita entre nosotros.



En Cristo fuimos elegidos –nos dice san Pablo en la segunda lectura- para ser santos ante Dios por el amor. ¿Cómo no vamos a estallar de alegría en estas fechas -y durante todo el año- ante semejante don?

Termino con las palabras de Pablo a los Efesios, dando gracias por vosotros, y deseándoos para este nuevo año que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

Feliz Año Nuevo

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