viernes, 23 de diciembre de 2011

ES DIOS, Y SE PARECE A TI

“¡Un Dios que se transforma en hombre! ¡Qué idiotez! No veo qué podría tentarle de nuestra condición humana. Los dioses viven en el cielo, completamente ocupados en gozar de ellos mismos. Y si les diera por descender entre nosotros, lo harían bajo alguna forma brillante y fugaz, como una nube púrpura o un relámpago. ¿Se cambiaría un Dios en hombre?” Es la pregunta de Barioná, el protagonista de la obra de teatro navideña que escribió Jean-Paul Sartre en 1940. Y es una cuestión que conviene plantearse. Negarle a Dios la posibilidad de hacerse criatura es poco serio, pues supone admitir que sólo es factible aquello que uno es capaz de concebir, o de realizar. Pero si Dios es Dios, convendríamos en que Él podría hacerlo. La pregunta crucial sería entonces: ¿Para qué? ¿Para qué la primera Navidad, para qué la nuestra, y las que vendrán?


San Ireneo, hablando del Bautismo del Señor, iluminó en buena medida este misterio. Aseguraba el santo obispo de Lyon que el Espíritu había ungido la carne de Jesús para que Dios se acostumbrara a habitar en la criatura, y para que ésta fuera siendo –poco a poco- divinizada. Es decir, Dios toma lo nuestro para darnos lo suyo. Asume la pequeñez, el crecimiento, el aprendizaje; hace suyos los ideales, pasiones y miserias humanas. Vive en su cuerpo las limitaciones, las padece, pasa por todo lo humano para rescatarlo. Y se une así a todo hombre de todo tiempo y lugar. Porque sabe, como ellos, lo que es reír, lo que es sufrir, lo que es llorar, lo que es amar y lo que es morir. Nadie, nunca, podrá dirigirse al Dios de Jesucristo como a un extraño, porque sabe a la perfección qué es ser hombre; porque tomó nuestra carne, y la tomó en serio. ¿Quieres que te acompañe, que cargue contigo los pesos, que unja tu alma, que traiga a tu vida su cielo?
Tal vez sea esta cercanía inaudita de Dios a cada uno de nosotros lo que haya querido regalarnos en cada Navidad. Las palabras que Sartre pone en labios de la Virgen María en la obra citada nos pueden ayudar a meditarlo: “Este Dios es mi niño. Esta carne divina es mi carne. Está hecha de mí. Tiene mis ojos, y la forma de su boca es la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí”. Es Dios, y se parece a ti.


Alannis Morissette, una solista norteamericana de nuestros días, se preguntaba con un pelín de irreverencia en una de sus canciones “¿y qué si Dios se ha hecho uno de nosotros?” (What if God was one of us?) Para Barioná, el hijo del trueno, la respuesta está clara: “Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí, le amaría excluyendo a todos los demás, habría entre Él y yo algo así como un lazo de sangre, y no tendría vida suficiente para mostrarle mi agradecimiento: Barioná no es un ingrato. Pero, ¿qué Dios sería lo suficientemente loco para eso?” El nuestro, el tuyo, Jesús, el Hijo del Padre. Feliz Navidad.