sábado, 10 de noviembre de 2012

LOS ARGUMENTOS DE LA SOCIALISTA AROZ FRENTE AL "MATRIMONIO GAY"

Se ha preguntado recientemente si algún diputado o senador del PP abandonará las filas de los Populares ante la decisión del Ministro de Justicia de no alterar la conocida como "Ley de matrimonio homosexual". El trasfondo de la cuestión es el siguiente: en el año 2005, y ante la aprobación por parte del Gobierno socialista de dicha ley, la senadora del PSC Mercedes Aroz, la más votada en su circunscripción, decidió abandonar su partido y con él su escaño por estar en contra de esta legislación tan profundamente injusta, y que además atentaba contra sus convicciones.



¿Habrá algún militante del PP que tenga esta altura moral? Jorge Fernández, Ministro de Interior, ha manifestado su rechazo a la ley, pero: ¿es todo lo que se le puede pedir a un partido que afirma en su ideario inspirarse en el "humanismo cristiano"? Señor Gallardón, que aún no ha tenido la decencia de modificar la ley sobre el aborto -a pesar de que así lo incluía el programa electoral del PP- le dedico los seis argumentos seis que esgrimió la diputada Aroz para oponerse al mal llamado matrimonio homosexual, para que aprenda lo que es un razonamiento jurídico y político basado en la verdad de las cosas y en la búsqueda del bien común. Y lo firma una socialista (claro, una socialista que ha tenido que abandonar el PSC-PSOE, todo sea dicho).



1- Como legisladora, considero que las normas jurídicas deben garantizar el bien común, algo que esta ley no cumple a mi juicio, ya que no mantiene el equilibrio necesario entre la ampliación de los derechos civiles para la minoría homosexual y la salvaguarda de los intereses generales.


2.-Coincido, en mi oposición a esta Ley, con las posiciones sobre esta cuestión de buena parte de la socialdemocracia europea y las del socialismo francés que representa Lionel Jospin, así como con los argumentos jurídicos expresados por organismos representativos, como el Consejo de Estado y el Consejo General del Poder Judicial. Mi crítica es a la regulación jurídica concreta por la que se ha optado para el reconocimiento de derechos a la unión de personas homosexuales, que rompe la configuración objetiva del matrimonio y no da prioridad a los derechos de la infancia.


3.- La Ley confunde una institución de relevancia social, como es el matrimonio, con formas de convivencia basadas en la orientación sexual que, como reconoce la propia Ley, son algo de trascendencia personal, aunque puedan generar derechos. Por el contrario, la unión de un hombre y una mujer en la que se basa el matrimonio, de la que procedemos todos y que asegura el futuro de la humanidad, genera beneficios sociales y requiere, por ello, una regulación jurídica propia y una protección adecuada.


4.- La Ley va más allá de equiparar uniones homosexuales y matrimonio, ya que propone cambiar la esencia de la institución matrimonial basada en la ley natural y civil, y de la que procede también el matrimonio canónico. Esta alteración del matrimonio implica debilitar la institución más importante de la sociedad. Y no parece que convenga a la sociedad, en su conjunto, que se debiliten instituciones jurídicamente consolidadas que son su propio cimiento.


5.- Con respecto a la adopción, no hay estudios concluyentes sobre los efectos para el desarrollo armónico de los niños en parejas del mismo sexo. Hay opiniones contradictorias de los expertos. Por tanto, ante la duda, hay que inclinarse por anteponer los derechos de los menores que, según nuestro ordenamiento jurídico, han de tener prioridad absoluta para el legislador.


6.- Finalmente lamento que, en una Ley de esta trascendencia, no se haya propiciado un gran consenso parlamentario y que se haya creado una situación de fuerte división social, desoyendo la posición contraria de millones de ciudadanos españoles representados por otros partidos políticos democráticos y expresada también a través de asociaciones e instituciones importantes de nuestra sociedad, especialmente cuando hay otras alternativas. Valga el ejemplo de la reciente Ley aprobada en Suiza, que denomina a la unión homosexual Pacto Civil de Solidaridad (PCS), que no equivale al matrimonio ni permite adoptar, pero equipara los derechos en el ámbito fiscal, penal, de sucesiones, de Seguridad Social y de jubilación.

  

miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL "SÍ" DE LA IGLESIA ANTE EL "MATRIMONIO HOMOSEXUAL"


“Detrás de cada “no” que pronuncia la Iglesia se esconde un gran “SÍ” dirigido a toda la humanidad”. Así explicaba Benedicto XVI el sentido de los Diez Mandamientos. Lo hizo en enero del 2006, en la Capilla Sixtina, en la fiesta del Bautismo del Señor. Cuando la Revelación proclama el Decálogo, cuando la Iglesia lo transmite, cuando se explica en la catequesis, se predica en las homilías, se defiende en artículos y programas, ¿Qué mensaje estamos lanzando al mundo, al hombre de hoy? Un mensaje positivo, no pesimista. Un mensaje iluminador, no oscurantista.



Detrás del “no matarás” hay un gran SÍ  a la vida, a toda vida, desde su concepción hasta su conclusión natural. Y no sólo a la vida física, biológica, sino también a la vida moral, a la propia honra, a la buena imagen de la persona. 

Detrás del “no robarás” hay otro gran SÍ, que llama a respetar con delicadeza al prójimo, y su propiedad legítima. Hay también un sí a un estilo de vida sencillo, no materialista, que no busca en las riquezas el sentido de la vida. 

Tras el “no mentirás” hay un SÍ a la verdad, a crear relaciones sinceras, fundadas en la confianza de que el otro no te engaña. Una sociedad sin verdad es imposible que permanezca, porque se extiende la sospecha, y no se pueden crear relaciones firmes y duraderas. 

“No codiciarás los bienes ajenos” en el fondo es otro SÍ: está basado en la convicción de que lo que cada uno ha recibido es más que suficiente para alcanzar una vida lograda. Hemos recibido la vida, hemos recibido una familia, y con todo ello, en buena lógica, hemos sido objetos de amor, motor de la existencia. El décimo mandamiento, traducido, sería un “SÍ, tu vida es valiosa, tú eres valioso a los ojos de Dios. No necesitas esto o lo otro para que tu vida tenga sentido”. 



Y llegamos al sexto y noveno mandamiento: no cometerás actos impuros, no consentirás pensamientos impuros. ¿Qué “SÍ” encontramos tras estos preceptos? Muy fácil, el sí al amor verdadero, ese del que nos habla san Pablo en su primera carta a los Corintios: el amor que es paciente, que no se engríe, que no lleva cuentas del mal, que goza con la justicia y la verdad. El amor que cree sin límites, que espera sin límites, que aguanta sin límites. El amor que no pasa nunca. Esta relación de entrega y donación, también de acogida, no puede construirse a partir de gestos egoístas, del deseo de posesión y de placer que lleva a hombres y mujeres a relaciones sexuales efímeras e individualistas, en el fondo, profundamente inhumanas. Hasta aquí, los “SÍ” del Decálogo. Avancemos.

Hace dos días el Tribunal Constitucional sentenciaba que el así llamado “matrimonio homosexual” no era contrario a la ley fundamental española. El recurso de inconstitucionalidad presentado hace 8 años era rechazado; el actual gobierno ha dicho que -ante esta sentencia- no van a reformar ni derogar dicha ley. Por tanto, en España la unión de dos hombres o de dos mujeres podrá ser llamada -legalmente- matrimonio.

La Iglesia, a través de su magisterio, de sus pastores, siguiendo la enseñanza recogida en el Catecismo, lamenta profundamente esta situación. Hoy me gustaría que nos preguntáramos el porqué de esta posición.

¿Por qué la Iglesia, esa institución que predica el amor de Dios y el amor al prójimo, un amor incondicional, se opone a la legalización de las uniones homosexuales como matrimonio? ¿Por qué la Iglesia, que atiende a millones de personas sin distinción de religión, raza, sexo, condición económica o política, ni tampoco orientación sexual, por qué se opone? ¿Por qué si acompaña a presos en las cárceles, a enfermos en los hospitales, a ancianos en las residencias, a pobres y marginados en Cáritas, en comedores sociales, en albergues... Por qué esa iglesia que atiende en todo el mundo al 25% de enfermos de SIDA -muchos de ellos de tendencia homosexual- por qué dice que no pueden unirse en matrimonio? ¿Por qué sostiene una postura tan impopular, por la que no recibe ninguna alabanza, sino más bien insultos y blasfemias? ¿Por qué se deja crucificar mediáticamente la Iglesia al mantener su visión sobre el matrimonio?



Formulado de otra manera: ¿Qué gran “sí” hay detrás de este incómodo “no”, de este “no” que escandaliza a muchos de nuestros contemporáneos?    

Pues ni más ni menos que el bien de la persona, el bien de la sociedad; y como para eso existe la Iglesia, para comunicar a los hombres la verdad que les hace libres y dichosos, pues es capaz de jugárselo todo, aunque duela. Trataré de explicarlo.

Todos los seres humanos nacemos fruto no de nuestra voluntad, sino de la voluntad de otro. No es decisión nuestra. Nacemos, además, como seres de la especie humana, y lo hacemos en una de estas dos modalidades: hombre o mujer. No hay otra. Y tampoco esto lo decidimos, nos es dado. Si lo pensamos un poco, lo primero que captamos de otra persona, lo más inmediato, es si se trata de un hombre o de una mujer, de un niño o de una niña. Si es lo primero, será que tiene importancia.



Ser hombre y ser mujer tiene muchas implicaciones. Las físicas son evidentes, aunque ahora para muchos no lo sean tanto. Físicamente el hombre es más robusto, tiene un timbre de voz más grave, mayor corpulencia, tiene más vello -con “v”, me refiero a la barba, las piernas...- y cuenta con un aparato sexual externo. 

La mujer tiene un cuerpo más estilizado, rasgos más suaves, voz más aguda. En la pubertad su desarrollo le desvela una condición esencial: su cuerpo se prepara para engendrar vida. Por eso se ensanchan sus caderas, crece el pecho y comienza a ovular. Su órgano sexual es interno. El cuerpo de la mujer grita su hermosa condición de generadora y protectora de la vida. 

Observando esta condición, cualquiera cae en la cuenta de que los cuerpos masculino y femenino han sido diseñados para complementarse. Unos cóncavos, otros convexos. Además, de la unión íntima del hombre y la mujer emerge la vida; es del único modo del que surge vida humana, de la unión de los gametos masculino y femenino. Se trata de un hecho empírico. No se lo ha inventado la Iglesia. 

Pero la complementariedad entre hombres y mujeres no es sólo en el aspecto físico y sexual, también en el psicológico. El cine, el teatro, la literatura, se han hecho eco de estas diferencias evidentes de carácter, de rasgos psicológicos. Desde el “Diario secreto de Adán y Eva” de Mark Twain hasta el “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus” más reciente de John Gray, cualquier observador capta las diferencias complementarias. Esa tendencia masculina a racionalizarlo todo, frente a una mayor capacidad intuitiva de la mujer; o esa capacidad femenina a la comunicación, frente a una mayor dificultad para expresar sentimientos que vemos en los hombres.



Concluyendo este razonamiento. Hemos recibido todos el ser, lo hemos recibido en la modalidad hombre o mujer, nos descubrimos complementarios a la vez que mutuamente atraídos. De la unión de ambos sexos surge la vida. Éstos son los hechos.

Una mirada reflexiva sobre ellos apuntan a una de las verdades fundamentales del ser humano: hemos sido creados para la unión. Si a esa mirada sumas la luz de la fe, entonces enriqueces la fórmula: hemos sido creados a imagen del Dios trinitario, que es Comunión de personas, y por tanto tenemos marcado en el corazón ese destino, la comunión con Dios y con el prójimo. En la unión entre hombre y mujer se visibiliza y se comienza a vivir esa vocación al amor, al amor verdadero, del que además surge la vida fruto de la procreación, es decir, de colaborar en la obra del Creador. 

O sea, un plan formidable, pensado por el más formidable de los seres, el Dios que es amor y que ama y nos enseña a amar. Para eso nos ha creado.



De las enseñanzas del Beato Juan Pablo II sobre la vocación humana al amor inscrita en el cuerpo del hombre y la mujer, habría mucho que ampliar, y muy hermoso. Especialmente lo que se refiere a la sanación que viene a obrar Cristo en nuestra vida, que cura el desorden del pecado, la esclavitud de las pasiones desnortadas y nos posibilita amar de verdad. Pero hoy no es el tema, sólo lo menciono por si algún lector decide adentrarse en la teología del cuerpo, verdadero mensaje liberador para nuestros días.

Para terminar de abordar el tema, añado siquiera brevemente dos puntos, uno muy conocido y otro menos. 

El muy conocido es la mirada que tiene la Iglesia sobre las personas con tendencia homosexual. Está recogido en el Catecismo, no invento nada. En el número 2357-58 lo deja claro. Cito lo fundamental:

“La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplorado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Declaración “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” 2357



“Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”. 2358

El cristiano -aunque sea con buena intención- que desdiga estas palabras debe saber que está poniéndose por encima de la fe de la Iglesia, y eso es mucho ponerse. Y puede ser por exceso o por defecto, es decir: por mirar a las personas homosexuales con desprecio, o por apoyarlas en su práctica desordenada.

El punto menos tratado con el que termino es el siguiente. ¿Por qué un estado se mete a regular una relación personal? ¿Por qué el gobierno de una nación legisla sobre el matrimonio, y no lo hace -por ejemplo- sobre la amistad? Es una cuestión de filosofía política, que intento sintetizar. 


Los estados, desde hace siglos, entran a legislar el matrimonio no por su condición de relación íntima entre dos personas, por el amor que se tienen, sino por su dimensión social. ¿Cuál es? El hecho de que un hombre y una mujer se unan para formar una familia -tener hijos- y que se comprometan en una relación de mutua ayuda, estable, y de cuidado de la descendencia supone para cualquier sociedad un bien grandísimo, es más, una cuestión de supervivencia. Por esta razón se legisla, se otorga derechos, a un contrato matrimonial.

Si otro tipo de unión -en el caso que nos ocupa, la de dos personas del mismo sexo- no ofrece alguno de estos elementos -el de la procreación, seguro; el de la estabilidad, en mucha menor medida-, es una grave injusticia, un daño para las personas y para la sociedad, legislarlo como matrimonio, llamarlo de esta manera y concederle las mismas prerrogativas. 



Termino como empecé. Detrás de cada no de la Iglesia hay un gran sí, un hermoso sí, un sí fundamental. Los cristianos debemos estar dispuestos a dar razones de nuestra fe, de nuestras convicciones morales, de nuestra esperanza también. Debemos estar dispuestos a hacerlo desde la razón, don que compartimos con todos los hombres y que nos abre también a la trascendencia. Y Debemos estar dispuestos, por último, a hacerlo aunque nos critiquen, nos insulten, y además a hacerlo por amor. Como decía la Beata Teresa, hay que amar hasta que duela. O como nos enseñó el Señor, hay que amar hasta el extremo, aunque esto nos lleve a la Cruz. Por eso la Iglesia, porque ama a los hombres, a todos ellos sin distinción, no puede renunciar a la verdad del amor, aunque nos cueste.

domingo, 23 de septiembre de 2012

LOS FRUTOS DE LA FRUTA

En mi parroquia hay un señor que pide. No me refiero a los curas, que son señores y también piden. No, me refiero a una persona que pide limosna en la puerta, como sucede en buena parte de las Iglesias. Se llama, curiosamente, Jesús.

Desde que me vio por primera vez hace poco más de dos años capté de inmediato que no le caía bien. Lo confirmé el primer día que me dirigió la palabra -más allá del saludo que intercambiábamos habitualmente-. Con la voz entrecortada -había bebido... más de lo habitual- me dijo: "yo podía haber sido mucho mejor cura que tú. Tanto hablar, tanto hablar..." Me desconcertó. Creo que le dije algo así como "puedes ser mucho mejor que yo; no hace falta que seas cura", pero mi apelación a la común vocación a la santidad no le apaciguó. No llegamos a entendernos aquel día.

Reconozco que me costaba tratarle, también desde el principio. No estoy acostumbrado a provocar en el otro antipatía, más bien al contrario. Y cuando me pasa no sé actuar, me falta sencillez o me sobra orgullo, o ambas cosas. O sea, que así hemos estado, hasta este fin de semana.

La historia en cuestión

Lo que narro a continuación se puede leer en clave de providencia o de coincidencia azarosa. Los que tienen fe, y los que han estudiado metafísica, no suelen apostar por la segunda opción. Lo dejo a gusto del lector; yo ya he optado.

El sábado no tendría que haber estado en mi parroquia. Todo estaba bien pactado: mi párroco se encargaba de todo -y todo era mucho: Misa, Bautizos, Misa, Bautizos, confesiones...- y yo celebraba la Eucaristía matinal y me iba al encuentro programado con amigos de la universidad. Celebrábamos que hace 15 años -más o menos- que nos conocemos; y además lo hacíamos en casa de una amiga que ha sufrido mucho en los últimos meses, pero que ha vencido, y que sigue venciendo. Muchos motivos de alegría, muchas razones para asistir.

Pero... por cuestiones que no vienen al caso -de fuerza mayor- mi párroco debe ausentarse el fin de semana, y entonces el "todo" me toca a mí, y la celebración de amigos hay que vivirla "en espíritu y en verdad", pero a distancia. Y nos disponemos a ello.

Después de la Misa de 9.30 y de los bautizos del mediodía me toca preparar una Eucaristía singular, de las poco habituales. Un grupo de ecuatorianos pidió ofrecer una Misa en acción de gracias, y mi párroco la puso a las... dos de la tarde. Pero siguen las sorpresas: el grupo que encarga la Misa se llama "Amigos por siempre" y lo hace porque quieren celebrar el aniversario de su fundación. Vaya, qué cosas. Pero hay más; les pregunto que cuánto hace que se conocen. Respuesta: "más o menos, quince años". Vaya, pues qué cosas.

Y empieza la Misa

Casi 400 ecuatorianos llenan los bancos. Entran en procesión. En la homilía les hablo de la amistad, y del Amigo que no falla, y de la Madre del Amigo. En el ofertorio acercan al Altar pan y vino, unas hermosas flores y un voluminoso cesto de frutas. "Esto es para usted padresito (sic)". Termina la celebración, mutuamente agradecidos. Recojo las cosas, limpio la cera que se ha caído al suelo, barro y miro la cesta. Son casi las 16.00. "Hoy comemos fruta". ¿Qué hacer con toda la que sobrará? Ya veremos.

La fruta

Rezo, descanso -sin mezclar- y a por la segunda tanda de bautismos. Igual que en la mañana, se portan bien, disfrutamos del Sacramento, aunque no me extiendo mucho. Debo salir con diligencia hacia el Tanatorio a enterrar a una persona. El párroco no podía planear esto... Y a la vuelta del cementerio, me encuentro con Jesús, el señor que pide. Y sin pensarlo mucho, al pasar delante de él, me viene a la cabeza el cesto regalado, y le digo: "me han regalado fruta, ¿te viene bien?" Noto sorpresa, pero responde rápido: "sí". "Vale, ahora te la bajo". Entonces le preparo dos bolsas con plátanos, uvas, nectarinas, melón, peras, manzanas... dos señoras bolsas. Y se las bajo. Le digo que las lave, y vuelvo al templo, a seguir la faena. No pienso más en ello: él pasa necesidad y a mí me sobra fruta. No ha habido mucha generosidad, más bien mutua conveniencia. Así lo dejo.

Los frutos

El domingo ha sido espléndido. En mi parroquia las Misas siempre están llenas -tampoco caben tantos-, la gente canta, responde con fuerza. Vamos, que rezan, y eso ayuda al que preside. Entre Eucaristía y Eucaristía, varias confesiones, muchos saludos, algún ofrecimiento para el curso que empieza... y por la tarde, los frutos.

Empieza a llover, y Jesús, el señor que pide, se siente con confianza y entra en el despacho parroquial. Estoy hablando con un compañero sacerdote; Jesús pregunta: "¿puedo pedir en el soportal? Es que está lloviendo" Le noto algo emocionado. Le digo que sí, que habitualmente mejor en la puerta, pero que cuando llueva, que se resguarde. Termino la conversación con el sacerdote, y me voy disparado para celebrar la Misa. Y a los cinco minutos, entra Jesús, el que pide, y se pone al fondo de la asamblea. Le veo y me sorprendo. Nunca le había visto dentro. Continúo: proclamo, predico, consagro y al dar la Comunión, allí veo a Jesús que viene a recibir a su Tocayo. Por la mente se me cruza un pensamiento "cuánto hará que no se confiesa..." Le doy la Comunión. Se nota -por cómo la recibe- su falta de costumbre. Pido por él y concluyo la Misa.

Al terminar se acercan a algunos fieles a la sacristía; quieren preguntar cosas, encargar Misas, hacer alguna consulta... Estoy a punto de cerrar, ha sido un finde completito. Pero aún queda algo. Marcelino, el típico marido bueno que acompaña a la típica mujer buenísima de la parroquia -en este caso, Jacinta- y que siempre la espera sin entrar en Misa, me saluda y me dice: "Jesús me ha estado contando que le diste fruta". Asiento y continúa: "lo ha agradecido mucho. Y además hoy se ha confesado con el cura que estaba hablando contigo. Me ha dicho que hacía muchos años..." Y yo he sonreído.

A veces el Señor te muestra pequeños relámpagos que cruzan grandes oscuridades. A veces te hace salir al encuentro del prójimo, casi sin darte cuenta, sin buscarlo. Y rompe barreras absurdas, pero reales. Le doy gracias por haber sacado estos frutos de esa fruta, y que duren. Le doy gracias por haber aceptado el pequeño sacrificio de no estar con mis amigos, para estar con otros, con los Suyos. Y que siga sacando frutos, entre los míos, y entre los vuestros.

miércoles, 29 de agosto de 2012

PLUMAS AL VIENTO

Esta historia -verídica- me la contaron cuando cursaba la carrera de Teología, y ayer pensé que sería bueno que la conozcan los licenciados, estudiantes, becarios y profesionales del periodismo. Paso a narrarla.

Un hombre se acercó al sacerdote Felipe Neri para acusarse de un pecado. Había criticado injustamente a un joven delante de varias personas en su puesto de trabajo. En seguida se esparcieron los comentarios, aquí y allá, y el joven experimentó rápidamente cómo las personas cambiaban el modo de tratarle, le evitaban, y le miraban con sospecha.
El sacerdote le mandó lo siguiente: le hizo tomar una gallina, e irle quitando las plumas y tirarlas conforme caminaba por la ciudad. Al cabo de un par de horas regresó el hombre con la misión cumplida. Entonces el P. Felipe completó la instrucción: “ahora debes volver por tus pasos y recogerlas todas”. El hombre se quedó confundido, y respondió que era imposible, dado que el viento habría esparcido las plumas por lugares insospechados e inaccesibles. “Eso mismo ha ocurrido con tus críticas. En estos casos es imposible reparar del todo”.

Elegir una foto de un sacerdote español -de cara, primer plano- que ilustre una noticia relacionada con la pederastia acontecida en la Iglesia en Bélgica tiene poca justificación periodística. El pie de foto no deja lugar a dudas del error comunicativo: “los curas belgas recibirán formación”. No soy belga, y la imagen no tiene relación alguna con la formación. Estoy celebrando la Misa.
Esa foto, desde el punto de vista de la comunicación, no debería haber sido publicada allí.

Desde el punto de vista de la ética, de la prudencia, de la honestidad, qué decir. Mezclar la imagen de una persona con temas como estos... ¿Qué podían haber pensado los padres de los 150 niños que llevan a sus hijos a catequesis en mi parroquia si hubieran visto la noticia? “Si aparece aquí, algo tendrá que ver”. Son alguna de esas plumas que no sabemos dónde han caído.

Otras sí lo sé. Han caído en mi familia y han provocado un disgusto grande. A una madre, a un padre, a una abuela, hay ciertas cosas que les duele más cuando le pasa a sus hijos o nietos que a ellos mismos.

Respecto a Antena 3, debo decir que en marzo pedí que se quitaran las imágenes de mi Primera Misa del reportaje sobre la mala inversión de algunas instituciones católicas en Nueva Rumasa. La relación de mi persona con esa cuestión es nula. Antena 3 ni siquiera respondió a mi petición. De hecho, el reportaje sigue en la web. Quizá sería un buen gesto por parte de la cadena quitarlo.   

Confío en que de esta desagradable situación saquemos algo bueno. Yo, mucho apoyo de mucha gente. El periodista responsable, una lección profesional para toda su vida. Espero. 

Por experiencia vital, por convicción y por fe, confío en las personas, creo en el perdón y deseo mantener con todos las mejores relaciones posibles. No he tenido ni tendré “listas negras”, personas “no gratas”. Deseo que ejerzan su profesión lo mejor posible, y que vivan su vocación comunicativa como un servicio a la verdad y al bien común. Y para ello, cuenten conmigo, con mi oración e incluso con mi colaboración. Pero, por favor, hagan que podamos confiar en ustedes. 

P. Julián Lozano

Pd Carta enviada a los periodistas responsables de la publicación de la desafortunada noticia aludida.

jueves, 19 de julio de 2012

MESES DESPUÉS... AINHOA EN CASA

El "meses después" vale tanto para el cautiverio de mi amiga Ainhoa Fernández del Rincón, como para mi ausencia narrativa en este querido pero descuidado "De profundis". El hecho es que las posts del blog cedieron su lugar a las actualizaciones de estado en Facebook, y éstas a los 140 caracteres de Twitter. Como ven, una degeneración del "de profundis" al que aspiraba en un inicio.

Un buen amigo, sacerdote y comunicador, me sugirió que retomara el blog apostando por una actualización semanal, quizá no buscando tanto la profundidad cuanto compartir las maravillas que Dios le hace ver a uno en la vida sacerdotal. Me gustó el consejo y me quedé con la idea. Después vi el "motivador" -no tiene guasa ni ná: http://www.youtube.com/watch?v=bGeowinaO9A&feature=related-
Pero ni por esas fui capaz de reencontrarme con este espacio.

Ha sido esta noche cuando la sonrisa de Ainhoa me ha traído aquí, y aquí os la dejo. Quizá escriba algo sobre ella, y responda a no pocos comentarios torpes e injustos sobre esta cooperante que cree que el amor puede cambiar el mundo. Pero esta noche os dejo su sonrisa, y lo demás ya se verá. Bienvenida Ainhoa. Gracias Señor por traerles sanos y salvos.


miércoles, 25 de enero de 2012

DE POPIELUSZKO Y OTRAS BATALLAS

El próximo viernes 27 de enero estrenan en España "Popieluszko, la libertad está en nosotros" sobre los últimos años de vida del sacerdote polaco que da nombre a la película. Se trata de un testimonio muy realista de cómo los seguidores de Cristo se han enfrentado a las tiranías, desde Nerón hasta Stalin, pasando por tantos, y llegando hasta nuestros tiempos, porque continúan.



El sacerdote polaco fue artífice -junto con miles de laicos y sacerdotes, y alentados por el inolvidable Beato Juan Pablo II- de un resurgir espiritual de su nación, que llevó a una lucha frontal contra la opresión del totalitarismo ateo, una vez vencido el primer enemigo: el miedo.

El miedo atenaza, amedranta, acalla la voz que denuncia la injusticia y acaba apagando hasta la voz interior que ilumina la conciencia. Y nos hace esclavos, del qué dirán, del pensamiento dominante, del qué será de nosotros. "Para ser libres Cristo nos ha liberado" decía a los gálatas san Pablo, cuya conversión celebra hoy toda la Iglesia. Cristo hizo trizas el temor cargando con decisión una Cruz que abría las puertas del Cielo, venciendo al mundo y redimiéndolo. Y un ejército incontable de hombres y mujeres han vencido a lo largo de la Historia la opresión, la maldad, el pecado, con las mismas armas que el nazareno: cargando una cruz y mirando al Cielo. Acérquense al cine si quieren conocer esta conmovedora página de la historia europea, página martirial, página de gloria.



Pero decía Sánchez Albornoz que "la historia hace la libertad, y la libertad, la historia". Así que, además de aprender de nuestros antecesores, debemos hacer nuestra su lucha, y librarla en nuestros días. Y campos de batalla no nos faltan. Les comento un par de ellos.

En EE.UU. el presidente Obama ha decidido incluir como servicios sanitarios elementales la esterilización, la anticoncepción y el aborto -¡qué bellísima persona, ¿no creen?!-. (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=20235) Esto ya esta feo, pero no ha quedado aquí la cosa. Con la misma ley, obliga a todas las instituciones que proporcionen servicios sanitarios -incluidos los numerosísimos hospitales y centros médicos propiedad de la Iglesia católica en aquel país- a que presten tales "servicios". La alternativa a esta ley es simple: cerrar los establecimientos, y dejar al 17% de los norteamericanos que actualmente acuden a los centros católicos sin atención médica. El presidente de los obispos de USA ha dicho, a medio camino entre el drama y la perplejidad, que el Sr Obama les ha dado unos meses -hasta que se implante la Ley- para averiguar cómo violar su conciencia. Y ha recordado -amargamente- que la primera enmienda de la Constitución americana es precisamente la libertad religiosa. Lo malo es que me parece que Obama y sus asesores la conocen, pero no les importa mucho.



Y ahora miremos a España, y cómo está el patio. Creo que ayer en el patio mediático se habló, y mucho, de dos arzobispos: el de Tarragona y el de Valladolid. Del primero porque ha vuelto a manifestar la visión de la Iglesia sobre la homosexualidad. Seguro que Chesterton tiene alguna frase genial para explicar esta situación, pero no me la sé. Lo que sí sé es que el diagnóstico es grave cuando en una sociedad no se es capaz de distinguir lo que es normal de lo que no, lo que está ordenado hacia su fin, y lo que desordenado pierde de vista su finalidad. Delicada y grave es la misión de la Iglesia: seguir proponiendo una mirada verdadera del ser humano, de su trascendencia y su sexualidad, por amor, y arrostrar el empuje y la descalificación del pensamiento único. Iglesia, se lo que eres, mantente fiel.

La osadía del arzobispo de Valladolid ha sido otra: comentar que no parece muy coherente que una persona que no vive conforme a la fe y a la moral católica -la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría- haya sido designada para pronunciar el pregón de Semana Santa, que además tiene lugar en la Catedral. ¡Pero qué barbaridad! ¿Cómo se le ocurre semejante atrevimiento? Políticos y comentaristas han salido en defensa de la portavoz del gobierno, y atacando la intolerancia de la Jerarquía. Si el Pastor y responsable último de la Iglesia en Valladolid no puede valorar quién dirige la apertura de la fiesta cristiana por antonomasia, ¿qué podemos decir los cristianos?


La libertad está en nosotros, reza el subtítulo de la cinta sobre Popieluszko. Pero nos la tenemos que ganar. Hay que dejar a Cristo que desintegre las cadenas que quieren colocarnos en el corazón, para poder sentir con Él y con la Iglesia; en los labios, para poder proclamar a los cuatro vientos la verdad sobre Dios y sobre el hombre, que le hace plenamente tal, aunque algunos prefieran permanecer en la tiniebla. Es hora de librar esa batalla, primero la interior y seguidamente en todo el mundo. Porque además estamos seguros de la victoria, nos la alcanzó Jesucristo.