sábado, 27 de noviembre de 2010

Comienza el Adviento

He aquí un comentario-introducción a las lecturas del primer domingo de Adviento. He pensado que además de hacer sufrir a mis pacientes feligreses con mis homilías, también puedo hacerlo con mis amigos lectores.  Si queréis tenerlo en audio, aparece mañana a las 8.30 en "Es Domingo", en la Cadena Cope. Aquí va.

"Comenzamos un nuevo año litúrgico entrando en el Adviento, que en palabras del gran liturgo Odo Cassel, define la condición existencial del cristiano. ¿A qué se refiere? Muy sencillo. En el Adviento la Iglesia vuelve su mirada hacia las dos venidas de Cristo, la que sucederá al final de los tiempos y la que tuvo lugar hace dos mil años. Y en esa situación nos encontramos cada uno de nosotros. Nuestras vidas como creyentes se desarrollan entre la venida del Hijo de Dios en carne mortal y su regreso definitivo en gloria. De aquí se deduce la invitación urgente que hoy nos hace el Evangelio: ¡estad en vela! Estad preparados. No es cuestión de preocuparse, pero sí de ocuparse en estar listos cuando el Señor venga. “Aprovecha la gracia de Dios que pasa y no vuelve” nos diría san Agustín.

Porque si bien no sabemos ni el día ni la hora, lo que está claro –nos lo recuerda Isaías en la primera lectura- es que “al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor”. Y viene a establecer el cielo nuevo y la tierra nueva, donde los instrumentos de guerra –las espadas y las lanzas- serán transformadas en herramientas para el bien.

Y como de ese reino de paz queremos participar todos, escuchemos la invitación del profeta a caminar a la luz del Señor; y por eso, hagamos caso a san Pablo, que nos exhorta a abandonar las tinieblas y sus obras –comilonas, borracheras, lujuria, riñas- y a conducirnos con dignidad, como conviene al que ha sido revestido de Cristo por el bautismo, traje que se renueva en cada Confesión, en cada ocasión que recibimos el cuerpo del Señor.

Para terminar, me permito dos apuntes. Que nos unamos al Santo Padre en su intención de orar por la vida naciente, por la cual celebra hoy una Vigilia de oración. Y que releamos la encíclica “Spe Salvi” que el Papa nos regaló hace unos años para vivir mejor el Adviento y toda nuestra vida cristiana".

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Cuándo se inventó el “género”?

Con motivo del Día Internacional contra la violencia de género me ha surgido una cuestión, tal vez baladí, tal vez no, que planteo en alto. He intentado hacer memoria de cuándo me explicaron en el colegio, en el instituto o en la universidad esto del género aplicado a la diferencia sexual. Y no consigo acordarme, qué cosas.
Y como cada vez que leo un artículo o escucho una cuña en la radio hablando de dicho día internacional –la tele que me perdone- dan por sentada la terminología, pues me ha llamado la atención. En mis tiempos el género se le aplicaba a las cosas, a los nombres –que podían ser comunes o propios, y de género masculino, femenino o neutro-. Mi madre hablaba del “buen género” de los pantalones que había comprado a mi padre en la tienda de “los catalanes”, que debía ser la más barata del barrio. Pero hablar de género aplicado a la persona humana, esto no lo recuerdo.
¿De dónde viene, pues, esta nomenclatura? Pues quien quiera profundizar en el tema, le ofrezco más abajo el link de un artículo amplio e interesante sobre el asunto. Y quien no quiera dedicarle más tiempo a este asunto, pues yo comparto sintéticamente las impresiones acerca del género y sus intenciones.
  1. Por ir directamente al grano, parece que el término “género” nace en el seno del movimiento feminista del S. XX. Éste busca equiparar las condiciones y derechos de hombres y mujeres, y considera que para ello debe acabar con la misma diferencia entre ambos. Con este objetivo sostiene que las tradicionales divergencias entre sexos son mera construcción cultural. Es más, la misma existencia del binomio varón-hembra es un elemento cultural elaborado por los hombres para subyugar a las mujeres. Eliminada la diferencia, se acabará con la desigualdad.
  2. Las consecuencias de aplicar esta visión sobre la persona humana son tremendas. Cada sujeto, con independencia de su base biológica masculina o femenina, debe DECIDIR el género al que quiere pertenecer, y éste se constituye por tres factores: A. la identidad corporal (lo que mi cuerpo es: hombre o mujer). B. La identidad psicológica (lo que yo siento que soy: hombre o mujer) C. La tendencia sexual (me atraen los hombres, las mujeres, o ambos) Se trata de una combinación de tres elementos con dos o tres posibilidades cada uno. Qué jaleo.
  3. Si se animan, pregúntense por qué se ha legislado en España la ley de identidad de género –y de paso échenle un vistazo a la exposición de motivos de esta ley, que no tiene desperdicio (son sólo dos párrafos)- Si se animan, echen un vistazo a sus DNI´s y miren la extraña configuración de su sexo –ya no somos hombre o mujer, algo sustantivo, sino masculino o femenino, algo adjetivo y por tanto susceptible de modificación-;
  4. Si se animan, pregúntenle a la gente cuando utilice la expresión “violencia de género” qué significan tales palabras, ya verán en qué líos les meten.

Bueno, ya me despido. He recordado una de las fuentes en las que bebí para entender esto del género. Probablemente se trata del mejor libro al respecto (y que conste que no me llevo comisión) Lo pueden ver en: http://www.ciudadela.es/cream/?page=1&codigo=100105
Ah! Y el artículo que les mencionaba más arriba es éste:
Hasta pronto.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Nos ponemos en marcha

Después de tiempo dándole vueltas a la creación de un blog, por fin me lanzo a esta aventura. La razón es sencilla: he experimentado en varias ocasiones en las últimas semanas el deseo de manifestar una opinión sobre un acontecimiento, matizar comentarios que se vierten a la opinión pública, salir al paso de interpretaciones desafortunadas, o simplemente compartir un pensamiento interesante que -seguramente- alguien me sugirió. A esto se le suma un número no desdeñable de consultas que -como sacerdote- debo atender con relativa frecuencia. Y entonces este blog -antaño descartado por parecerme una pérdida de tiempo, para el escritor y desde luego para el lector- se presenta como el vehículo adecuado -Dios lo quiera- de dicha comunicación.
¿Y por qué comenzar precisamente hoy y a estas horas de la madrugada? Pues por el impulso y la necesidad de decir una palabra -siquiera sencilla- sobre el maremagnum mediático que han generado las declaraciones de Benedicto XVI sobre el uso del preservativo. Voy a ello con brevedad, espero.
Para entender la postura de la Iglesia sobre una determinada cuestión es preciso contextualizarla, enraizarla en el conjunto de la verdad sobre Dios, sobre el hombre y el mundo que le ha sido confiada de manos de Jesucristo. Por Él sabemos que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios -"hombre y mujer los creó"- y sabemos también que la creación -especialmente la del ser humano- fue grata a los ojos de Dios -"y vio Dios que todo era bueno"-.
La sexualidad -por ir acercándonos a nuestro tema- es una dimensión esencial en el ser humano, en su doble modalidad, varón y mujer. Vivida en la lógica del amor, nacida de él y con la finalidad de comunicarlo, constituye una fuente riquísima de crecimiento humano. No en vano el matrimonio -lugar en el que la sexualidad humana alcanza un principio de plenitud- es para los creyentes un sacramento, es decir, un lugar de la presencia real y santificante del mismo Jesucristo. En este contexto, el uso de preservativos, o de anticonceptivos en general, supone desvirtuar la lógica del amor, porque éste o es total -y si la fertilidad se reserva ya no es total- o no es verdadero amor. Antes del matrimonio o fuera del mismo no se da una genuina dinámica del amor esponsal en Cristo -no hay totalidad, exclusividad, apertura a la vida e incondicionalidad a imagen de Jesús en la Cruz-.
Bien, supongo que ha sido una síntesis demasiado apretada -y quizá a la vez falta de elementos- pero debo considerarla suficiente para mi propósito.
Ahora entran en juego las declaraciones del Papa. Su tesis ha sido -como ya lo fue en su viaje a África el año pasado- que el problema del SIDA pasa por la humanización de la sexualidad -vivirla dentro de la vocación al amor que arriba he bosquejado- y no por su banalización. Creer que el reparto de millones de profilácticos detendrá esta pandemia es de ilusos, como lo demuestran los datos actuales.
¿Y si alguien no quiere vivir la sexualidad dentro de la dinámica del amor? Si quiere mantener relaciones de modo promiscuo, incluso con riesgo -con prostitutas o su equivalente masculino-, ¿qué le dice la Iglesia, que use preservativo o que no? Entonces la cuestión seguramente la debería realizar la Iglesia: ¿y por qué me preguntas, si no quieres hacer tuya la propuesta de sexualidad en el amor que te ofrezco?
La respuesta del Papa a la cuestión del preservativo, el ejemplo -sintomático- que ha utilizado de una persona que habitualmente vive su sexualidad de modo desordenado -una prostituta y el que acude a ella, ambos- vienen a decir: "hombre, si no vives responsablemente tus relaciones sexuales, utilizar el profiláctico no suma ni resta moralidad a tu acto; úsalo para reducir -que no eliminar- las posibilidades de contagio, y ojalá te sirva como un primer paso de cambio en tu manera de vivir la sexualidad". Y eso, queridos lectores, no es ninguna novedad en el pensamiento de la Iglesia.
En fin, espero haber sido honesto con la interpretación de las palabras del Papa, y ojalá le sirva a alguno para comprender su verdadero sentido, y para introducirse más en la hermosísima mirada que la Iglesia tiene sobre la sexualidad, sobre la persona y el amor humano, sobre la vocación de todo hombre y mujer al amor, al Amor con mayúscula. Hasta pronto.