En estos días en que muchos celebran el Carnaval, Cristo nos invita en el Evangelio de hoy a vivir sin máscaras, a ser uno y el mismo en el decir y en el obrar.
En estos días en los que desde altas instancias se nos vuelve a decir que la religión hay que vivirla de puertas adentro (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=14183), Moisés -en el libro del Deuteronomio- nos exhorta a grabar las palabras de Dios en el corazón, y a mostrarlas públicamente, atándolas en las muñecas –signo del trabajo- y poniéndolas de señal en la frente, para que todo el mundo las pueda ver. Habrá que decidir a quién obedecemos.
Y en estos tiempos en que cada vez más las leyes determinan lo que podemos hacer, y a la velocidad a la que debemos hacerlo, san Pablo en la carta a los Romanos nos recuerda que el hombre se justifica por la fe en Cristo, no por la ley.
Y el que vive en unidad, en coherencia entre lo que habla y lo que obra, escuchando a Dios y poniendo en práctica sus mandatos, edifica su casa –su vida- sobre roca, la roca que es Cristo. Él es la bendición de la que nos habla la primera lectura.
La maldición consiste –precisamente- en construir la existencia al margen de Dios, como si Él no existiera. Incluso las buenas obras –profetizar y expulsar demonios- si no se hacen en unión con Cristo, nos dejan vacíos, nos saben a poco.
Al Cielo se va, y se comienza ya a vivir, cumpliendo la amorosa voluntad que Dios tiene para cada uno de nosotros. Arraigados y edificados en Él, ni las lluvias secularistas, ni los ríos revolucionarios, ni los vientos de doctrina, podrán tumbar la casa, que está firme en la roca, que es Cristo.
Feliz domingo
¿Padre Julián, estuviste en la Catedral de la Sal? Es una maravilla, antonio
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