sábado, 17 de agosto de 2019

LA MÁS HERMOSA JUVENTUD DE ESTE MUNDO

Con estas palabras define el Papa Francisco a nuestro Señor Jesucristo en la última carta que ha regalado a los jóvenes y a toda la Iglesia, y que empieza así: “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo”. Bellísimas palabras las de "Christus vivit".



Salvando las debidas distancias, debo decir que he compartido este mes de julio de 2019 con un reflejo de ese rostro siempre bello y siempre joven de Jesús: los jóvenes de mi parroquia de Ciempozuelos. Y uno, que siempre ha tenido espíritu joven, se ha visto renovado por la eterna juventud de Cristo, y la alegre juventud de los acampados y peregrinos con los que he compartido estas últimas semanas. He vuelto a reír, rezar y gozar con intensidad, a pleno pulmón y corazón. Un nuevo regalo, uno más, de la grandeza de Dios. 

Gavilanes

Después de la histórica renovación de la consagración de España al Corazón de Jesús, que tuvo lugar en el Cerro de los Ángeles el 30 de junio, nos aguardaba el campamento. El 8 de julio nos desplazamos hasta el municipio abulense de Gavilanes, donde hasta el 15 de julio vivimos un intenso campamento parroquial. En cifras, fue lo siguiente: 62 acampados -26 adolescentes y 36 infantes-, 15 monitores 3 cocineros, 2 jefes, 2 sacerdotes y una religiosa. Un equipazo. 




Quisimos que la convivencia arrancase precisamente a los pies del Corazón de Jesús, ganando la indulgencia plenaria que el Papa ha concedido a la Diócesis de Getafe en este año del Centenario. Después pusimos rumbo a la sierra de Gredos, al hermoso paraje del Labradero, que nos esperaba con los brazos abiertos y el verde refrescante de sus praderas. Allí pasamos ocho días entre juegos, oraciones, piscina, celebraciones, gymkhanas y deportes. La Eucaristía diaria fue el pulmón gracias al cual pudimos disfrutar de una hermosa convivencia. El lema del campamento era una promesa: “Os daré un corazón nuevo”, las palabras que quiso Dios dirigir a su pueblo por medio del profeta Ezequiel. No se trata de un corazón cualquiera, sino de uno que ama a todos, siempre y del todo; un corazón paciente, amable y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; un corazón que comprende, que espera, que aguarda… Buscamos que Dios nos diera el Corazón de su Hijo (¡Nos lo ha prometido!) y lo fuimos recibiendo a golpe de meditación, en cada Comunión, en la entrega del equipo responsable, en el cuidado de los cocineros, en las adoraciones, y en la belleza imponente de Su Creación. Sin duda, un inmenso regalo. 








Peregrinación

Pocos días después de terminar el intenso y agotador campamento, una veintena de jóvenes de la Parroquia pusimos rumbo a una peregrinación itinerante, que nos llevaría por varios santuarios, con el deseo de acoger en nuestras vidas esa santidad a la que Dios nos llama.





Fiados en la Providencia nos dirigimos en primer lugar a la Basílica del Pilar, en Zaragoza. En este majestuoso templo se venera la columna que la Virgen María entregó al Apóstol Santiago en los albores de la evangelización de España. Nosotros, que queremos llevar adelante la nueva evangelización, intuimos que sólo puede llevarse a cabo sostenidos por María, y en comunión con los apóstoles y sus sucesores, es decir, siendo fieles hijos de la Iglesia. Sabemos que entonces nuestra fe será a prueba de bombas, como lo ha sido la basílica del Pilar, que muestra a los peregrinos los proyectiles que cayeron durante la guerra civil y que no explotaron de modo milagroso. Para nosotros el Pilar tenía otro significado importante: la patrona de la Hispanidad -ese precioso hermanamiento de las naciones de lengua y cultura hispana- tenía mucho que decir a un grupo formado por jóvenes procedentes de España, Argentina, Colombia, Ecuador, Chile y Venezuela. Gracias España por habernos hermanado con América, y habernos hermanado con el signo de la fe. 




El monte Tibidabo de Barcelona fue nuestro siguiente destino. En lo alto de este monte se contempla una impresionante vista de la ciudad condal. Y en lo alto de lo más alto se encuentra una imagen del Corazón de Jesús que abraza todo lo que le rodea. Nos abrazaron también dos salesianos: uno joven, mi amigo Manu Rupérez, recién destinado a su nueva misión; y uno mayor, Antonio, que nos explicó la historia del Tibidabo con la ilusión y el fervor de un joven enamorado. Antonio ha sido misionero 60 años en África, pero una progresiva ceguera le ha confinado a este santo lugar que conoce muy bien, y en el que introduce a los visitantes consciente de que de lo que se trata es de enamorarse de Cristo. Y nos transmitió ese amor que late por su corazón experimentado.



Descendiendo el Tibidabo, rumbo al lugar del descanso, el GPS nos perdió y uno perdió también la calma y la paciencia… y eso que era el primer día. La residencia que nos acogió, con unas espléndidas vistas de la ciudad, sirvió de bálsamo. Una peregrina, emocionada por las vistas y las buenas instalaciones que nos acogían, me dijo: “Pues nos podíamos quedar aquí toda la semana…” Me sonreí porque sabía que el Señor tenía muchas cosas que regalarnos, que lo mejor estaba por venir ; ) siempre que siguiéramos adelante y Le buscáramos. Esa noche pasamos un rato muy agradable y divertido recordando las mejores anécdotas del campamento (que han sido muchas). Es curioso cómo un poco de suelo, un poco de brisa y un ambiente sano pueden llenar de risas y de alegría la vida. ¡Ay si descubriéramos lo fácil que es pasarlo en grande! Creo que una sana diversión es de las cosas más evangelizadoras que hay. 




El domingo nos aguardaba el templo expiatorio de la Sagrada Familia, la obra maestra del arquitecto y místico Antonio Gaudí, seglar que está camino de los altares. La exquisita hospitalidad catalana nos acompañó también en esta visita. En primer lugar participamos en la Misa internacional, presidida por el obispo de Oslo. “Noruega es una de las Iglesias más pequeñas de Europa, pero es una de las pocas que crece”, me dijo el prelado. Cantos en latín, castellano, catalán… lecturas y peticiones también en italiano, francés e inglés, y el lenguaje universal de la liturgia, y el más universal aún del arte, de las vidrieras, las columnas, la iconografía… Tras la Eucaristía tuvimos la visita guiada del Templo. Aún recuerdo con asombro la cantidad de simbología que porta la obra de Gaudí. Las 52 columnas interiores que soportan el peso de la nave, y que hablan de los 52 domingos anuales que sostienen la vida cristiana. Los símbolos episcopales en las columnas -mitra, anillo y pectoral- que hablan de la esponsalidad de la Iglesia desposada con Cristo pastor; La presencia abundante de la creación -infinidad de elementos del reino animal y vegetal, así como del reino celeste- en las fachadas, que cantan a su Creador. Le desbordante fachada de la Natividad, y la sobria e impactante fachada de la Pasión y Resurrección. En fin… mil guiños del genio de Gaudí para hablarnos de su Amado. Deseando estoy que concluyan las obras en 2026 para poder contemplarla en toda su hermosura. 




Nos despedimos de Barcelona con un sabor muy dulce, camino del santuario francés dedicado a san José y ubicado en el pequeño pueblo de Cotignac, en la Provenza. Seis horas de coche dan para conocerse más, para rezar juntos, cantar juntos, contar chistes malos…



El lunes 23 fue la fiesta de santa María Magdalena, patrona de nuestra parroquia. A unos 50 minutos de Cotignac se encuentra la basílica de san Maximín, donde se venera desde hace siglos los restos de santa María Magdalena. Una piadosa tradición, que arranca en el siglo IV -realmente muy antigua- asegura que Lázaro y su hermana María -consideran a María Magdalena la amiga de Jesús del hogar de Betania- llegaron al final de sus días a la costa francesa, entre Marsella y Niza. Allí vivieron, y allí encontró la Magdalena un lugar donde dedicarse a la oración y a la penitencia: la Santa Baume, una cueva excavada en la roca en mitad de una montaña. Desde el S. IV existe constancia de que esta gruta ha tenido culto cristiano, y ha sido visitada por insignes hombres de estado y de Iglesia, entre ellos el mismo Cassiano. Otras fuentes aseguran que los restos mortales de la Magdalena se encuentran en Roma, pero no me parecen incompatibles ambos datos. En la Antigüedad era frecuente que los restos de los santos se repartieran en varios lugares.




En todo caso, pudimos rezar ante la urna con restos de María Magdalena, y después celebrar la Eucaristía en la santa cueva en un espectacular mirador. El precio a pagar fue subir bajo el intenso calor del mediodía francés media montaña bastante empinada. Pero mereció la pena el esfuerzo y los sudores. Como les dije aquel día a los jóvenes, la penitencia, es decir, los gestos de sufrimiento por amor, son para mí un gran misterio y una gran verdad. No conozco nada más verdadero que el amor que llega hasta el sufrimiento por el amado: las renuncias de los padres por sus hijos, los sacrificios que implica el cuidado de un enfermo, las “locuras” que los amantes están dispuestos a hacer -y hacen- por el amado… La penitencia implica un amor así, y se manifiesta en muy distintas modalidades. Rumbo a la santa cueva -y en otros momentos de la peregrinación- tuvimos la oportunidad de abrazar el amor sacrificio.



La jornada concluyó con una divertida celebración de cumpleaños -una de las peregrinas cumplió los 2 patitos- organizada por la comunidad de religiosas Mater Dei de Cotignac. De nuevo, la alegría. Qué gusto pasarlo bien, reír y disfrutar sana y santamente. Qué divertido verlas “disfrazadas” y escucharlas cantar coplas improvisadas. Una fiesta de santa María Magdalena difícil de olvidar : )



También será fácil de recordar el día siguiente. El martes 23 fue el turno para empaparnos del santuario de san José, en Cotignac. Resulta que en 1660 tuvo lugar una aparición del casto esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Se hizo presente a un pastor extenuado y sediento indicándole la existencia de un manantial -de donde sigue manando agua- tras una enorme piedra. El pastor hizo caso, movió la piedra y encontró la fuente. Todo sencillo, como sucede siempre en la vida de José. Pocas palabras, mucho consuelo. Para todos los peregrinos fue una ocasión de redescubrir la presencia siempre discreta de aquel que cuidó de los tesoros más grandes del universo: el Hijo de Dios y su santa Madre.  



La explicación del santuario vino de la mano de una joven religiosa argentina, la Hna Clara, del instituto Mater Dei. Divertida y risueña, a la par que muy profunda y muy centrada en su condición de esposa de Cristo. Al oírla hablar de aquel lugar pensé: “parece que Cotignac es como la conjunción de Roma, Jerusalén y Atenas”. La forma en la que la religiosa hablaba de su monasterio y de san José era propia de una enamorada. Y cuando manda el amor no importa demasiado dónde te destine el Señor, porque sea donde fuere, allí le encuentras, y entonces te enamoras del lugar porque allí está el Amado. En fin, bonito comprobar una vez más la fuerza luminosa de la vida consagrada. En esa disposición tuvimos tiempo de oración que concluyó con la santa Misa. Todo un lujo.



Por la tarde fue el momento de descubrir si la Costa Azul es tan azul como dicen. El pequeño pueblo de Sanary nos esperaba para darnos un baño y descubrir los pequeños tesoros que la Iglesia esconde aquí y allá. Tres pequeños barcos nos guiaron por el litoral y nos permitieron darnos un buen chapuzón. Creo que era la primera vez que me montaba en uno… Después nos esperaba la iglesia parroquial: un templo lleno de frescos con la historia de la salvación. ¡Qué pasada! Después visitamos un pequeño santuario de la misericordia, donde sendas reliquias de san Juan Pablo II y santa Faustina Kowalska nos invitaron a descansar en su intercesión. Y así lo hicimos, mientras cantábamos al amor del Señor. Tras el baño y la oración vino el momento pizza, de la mano del P. Rodrigo, que con tanta caridad nos acogió, y la Hna María Catalina de Jesucristo. De nuevo, la Iglesia.  





El miércoles 24 fue un día de itinerancia para recorrer los 600 kilómetros que separan Cotignac de Lourdes. En primer lugar, la Misa, para comenzar bien la jornada y despedirnos de san José. Después, un "hasta pronto" agradecido a la alegre comunidad argentina que nos acogió durante esos días. A continuación, rumbo a Carcassone, ciudadela medieval espléndidamente conservada que ha dado nombre a un exitoso juego de mesa. A la llegada buscábamos sitio para comer nuestros bocadillos, que ha sido buena parte de la dieta del peregrino. Una vez más la Provi nos cuidó regalándonos un césped en sombra, justo al lado de unos baños públicos y una fuente fresca. ¿Qué más se puede pedir? : ) En la ciudadela nos divertimos sumergiéndonos unos instantes en la Edad Media, que no debió ser tan oscura cuando ha dejado tantos restos de luz, por ejemplo, la hermosa basílica que visitamos con sus hermosos vitrales.




Otras tres horas largas de conducción nos llevaron -por fin- hasta Lourdes. La cena francesa nos recordó qué buena es la comida española… pero la posterior visita a la gruta de la Virgen dejó en segundo plano todos los demás detalles… ¡Qué Paz! ¡Qué silencio para poder orar junto a las corrientes del río Gave! A las 23.00 comenzó la Misa y nosotros nos retiramos, contentos de estar en la casa de María. 



El 25 celebrábamos la solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España, y lo hicimos recorriendo buena parte del santuario francés, lo que las altas temperaturas permitieron. La Misa en la capilla de santa Juana de Arco siguió a las laudes rezadas frente a la gruta. Tras la pausa del almuerzo vino un obligado paréntesis debido a los 40 grados que azotaban el santuario, aprovechado por más de uno para mojar sus pies en el río lourditano. A primera hora de la tarde nos unimos a la adoración eucarística por y con los enfermos en la amplísima basílica subterránea con capacidad para 50.000 fieles. Allí adoramos al Señor que se acerca a la debilidad para abrazarla y sanarla. Aprovechamos también para contemplar al centenar de santos que rodean la nave, que tiene forma precisamente de barca, y en la que ellos ocupan el lugar de los remeros. Potente imagen de lo que es la santidad para la Iglesia y la humanidad. 



En Cotignac contemplamos un hermoso testimonio de la alegría de la vida consagrada entregada y fiel. En Lourdes pudimos compartir unas horas la alegría de la vocación matrimonial expresada en unos esposos amigos y sus tres hijos. Veronique y César nos hablaron de la importancia de buscar la voluntad de Dios para poder encontrar el/la esposo/esposa con quien formar un proyecto de familia que aspira a la santidad. Sus hijos, que corretearon entre nosotros un par de días, nos trajeron la alegría imparable de la vida, esa que Dios regala a borbotones. En fin, gracia tras gracia. 




El Rosario de antorchas por la explanada del Santuario nos hizo descubrir -una vez más- la universalidad de la Iglesia, que reza al Padre por medio de María en infinidad de lenguas, incluidas las que te hacen sonreír por lo divertido de su sonoridad. La presencia de españoles en Lourdes se hizo sentir por medio de la Salve Rociera, con su ritmo y sus alegres palmas. Después del Rosario, la Hna María de la Cruz explicó a los peregrinos el sentido de recibir el Escapulario de la Virgen, que al día siguiente se impondría a aquellos que lo pidiesen. La oración personal frente a la gruta sirvió de final de aquel intenso y caluroso día.




El viernes 26 la Virgen nos esperaba en su gruta muy temprano: a las 7.30 comenzamos la celebración eucarística en castellano, concelebrada con la delegación de familia de Cuenca, y presidida por el neopresbítero Álvaro Piñero, mi compañero vicario en la Parroquia. La tranquilidad de la hora, el silencio del santuario y la sobriedad de la gruta nos ayudaron a mirar sólo a María. Y nos podríamos haber quedado así y allí todo el día. Pero había que dejar paso al siguiente turno de peregrinos… También a nosotros nos aguardaban más regalos. El primero, la visita a la comunidad masculina del Cenáculo, una impresionante obra de Dios que lleva tres décadas largas acogiendo y sanando las heridas que las adicciones dejan en los jóvenes. A 10 minutos del santuario se encuentra una casa de campo donde viven varias decenas de jóvenes de diversas partes del mundo, que se dedican al trabajo, la oración y la vida comunitaria, mientras Dios se dedica a restaurar sus vidas. Gonzalo y Emilio, dos jóvenes españoles de 25 y 20 años, nos recibieron y acogieron. Nos explicaron dónde estábamos, y después compartieron con nosotros sus historias… duras historias. Pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, dice san Pablo, y estos jóvenes -que a la luz de su historia no deberían seguir vivos…- nos hablaron de un cambio radical en sus vidas, de una liberación respecto a las sustancias, y de una fe en Cristo que ahora les guiaba. Creo que fue de gran ayuda para todos los presentes, pero especialmente para los más jovencillos del grupo, que se mueven en ambientes donde las drogas se están normalizando. Ver los efectos devastadores de esa esclavitud es quizá el mejor antídoto. Confío en ello. 



Por la tarde nos esperaban “los pasos de Bernadette”, un itinerario que recorre los lugares en los que nació y creció la joven vidente de Lourdes, y que ayuda a comprender mejor todo lo sucedido en ese lugar tan especial. Tuvimos un guía excelente: el P. Álvaro, que hace años desempeñó esta labor como seminarista voluntario durante un par de veranos, y que ahora nos hacía de cicerone de excepción. Nos explicó en el Museo del santuario las 17 apariciones de la Virgen a Bernardita, los distintos mensajes, la petición de que los sacerdotes vinieran en procesión hasta ese lugar, y que se edificara una iglesia allí mismo; la llamada a rezar el Rosario, a hacer penitencia, a convertir el corazón a Dios… A continuación visitamos el molino donde creció la vidente, y la antigua cárcel convertida en hogar adonde la pobreza condujo a la familia de Bernadette, que decía de sí misma “si la Virgen hubiera encontrado una niña más pobrecita que yo, la hubiera elegido”. Enclenque, analfabeta, enfermiza… Lo tenía todo… y por eso fue elegida para transmitir un mensaje extraordinario, que ella comunicó con fidelidad. No en vano hablamos de SANTA Bernadette. La ruta por las huellas de esta pequeña gran santa concluyó en la iglesia parroquial donde fue bautizada, ante cuya pila bautismal renovamos nuestro bautismo, pues de allí brota todo lo que estamos llamados a vivir. 





La tarde llegó, y con ella un chaparrón pirenáico de aúpa. La lluvia trastocó los planes. Calados nos refugiamos bajo una carpa, donde empezamos a bailar mientras esperábamos al resto de compañeros. Fue el turno de los grandes clásicos: “cuando un cristiano baila, baila, baila, baila… pies, pies, pies…”; “El León de la tribu de Judá…” A un sacerdote vietnamita le hizo gracia ver a una docena de jóvenes -yo incluido ; )- bailando estos cantos juveniles, y nos grabó. Luego continuamos con juegos de campamento hasta que escampó un poco y pudimos regresar al albergue y cambiarnos. ¡Qué bueno que la lluvia sea una excusa para sacar al niño que llevamos en nosotros! ¡Qué bueno que podamos vivir los cambios de planes sin acritud y con alegría!



Con esa lluvia ya no era posible participar en el Rosario de antorchas, ni recibir el escapulario ante la gruta… Así que lo recibimos ante el Santísimo Sacramento. La Provi nos regaló una Hora Santa, sesenta minutos ante Cristo Eucaristía, en la pequeña capilla del albergue. Hablamos con el Señor, y le miramos con los ojos de María mientras rezábamos el rosario. Al terminar, dos jóvenes -Estefanía y Michael- realizaron su consagración a la Virgen según la fórmula de san Luis María Griñón de Montfort -la esclavitud mariana de la que procede el “Totus Tuus” de san Juan Pablo II-. Luego, todos los peregrinos quisieron acercarse a recibir el santo escapulario, esa prenda de María con la que queremos revestirnos de Cristo. En fin, regalo tras regalo. La noche concluyó con una ronda preciosa de testimonios, en la que descubrimos que el Señor y su Madre actúan mucho más de lo que los ojos ven. Un brindis con un rico licor francés recién regalado (nota: una botella para 19 no provoca ningún efecto nocivo ; ) dio por concluida la intensa jornada… casi. A esa hora -medianoche- una decena de peregrinos decidieron terminar el día ante la gruta mojada de la Virgen, donde pudieron despedirse de la Virgen, y contemplar en directo cómo un muchacho pedía matrimonio a su novia, con absoluto éxito de crítica y público : )



El sábado 27 nos tocaba despedirnos de Lourdes. Laudes y Misa -con el evangelio del trigo y la cizaña, para que no creamos que ya todo está hecho- pusieron el motor a la jornada. Después, un rato para hacer alguna compra de recuerdos y una última oración ante la gruta, y salimos hacia nuestro penúltimo destino: San Sebastián. Las lluvias de Lourdes nos siguieron hasta Guipuzcua, pero en Euskadi todo es más, por lo que nos llovió a raudales. La tarde se nos fue en encontrar el albergue en el bello pueblo de Fuenterrabía, alojarnos y rezar juntos el Rosario. Y después una cena especial: el Burger. Lo normal hubiera sido comer de la buena gastronomía vasca, pero el presupuesto sólo daba para una sencilla hamburguesa. Nuestra presencia en el establecimiento tuvo su punto culminante cuando cantamos el cumpleaños feliz… aunque nadie del grupo cumplía años. Pero la niña de al lado sí, y le hizo mucha ilusión. Ponerme la corona del “king” junto a mi compañero sacerdote y a Dani el seminarista de la perenne sonrisa fue divertido. Ver la cara de Nico al llevarle la corona para felicitarle con 20 días de adelanto su 18 cumpleaños, también. Dos horas estuvimos charlando plácidamente… No se necesita mucho más para disfrutar. 



El domingo 28 la peregrinación llegaba a su fin, pero el Señor aún tenía regalos para nosotros. El primero fue arreglar la ventanilla del coche, rota la lluviosa tarde anterior. Era domingo, por lo que encontrar un taller no era fácil, al menos a priori. En la estación de servicio donde paramos a repostar la Hermana preguntó por un taller, y providencialmente estábamos al lado de uno y el dueño había venido esa mañana a hacer un arreglo particular. Nos acercamos y encontramos al mecánico. Le expusimos la situación y en seguida se puso a socorrernos. Con pericia subió la ventanilla y la encajó para que no se bajase. La selló y puso un mecanismo para evitar que accionásemos el botón de bajada. Todo ello entre bromas de si se llamaba Patxi, Joseba o Koldo -en realidad su nombre era Juan y procedía de Francia- y recibiendo la visita del pastor protestante Paul, que en la nave contigua al taller se disponía a realizar los cantos dominicales con su comunidad. Al terminar quise pagar al buen mecánico y me dijo que no, que lo dejaba para cobrarlo en el Cielo. Sin comentarios. 



Esta peripecia no nos hizo llegar tarde (esto sí que es un milagro) a la cita con el obispo de san Sebastián, Monseñor José Ignacio Munilla, con quien habíamos quedado para tener un coloquio antes de la Misa en la catedral. D. José Ignacio tiene el don de explicar la fe con claridad, directamente, haciendo que se entienda; y a la vez, haciéndola enormemente atractiva. Así lo vive también él. Adjunto al final de esta crónica las notas que tomé de su intervención, porque creo que valen mucho la pena. Sólo puedo decir que magistralmente respondió a las preguntas que le hicieron, y que tuvo la habilidad de dar luz sobre muchos temas que a este grupo de jóvenes le inquietan, y con los que han luchado durante la peregrinación. Se nota que el Espíritu trabaja, y le inspiró al obispo las claves que necesitaban nuestros jóvenes. El coloquio nos llevó a la Misa de 13.00 en la Catedral del Buen Pastor, donde presidió el P. Álvaro Piñero justo un mes después de recibir la ordenación sacerdotal, y donde disfruté enormemente predicando todo esto que he puesto en esta crónica, y hablando como Patxi y Joseba en algún momento. Imaginaos las caras de la asamblea. Pero no pasa nada porque no me tendrán que volver a sufrir en muchos años. 



Las hermanas de la Fraternidad Seglar en el Corazón de Cristo, instituto de vida apostólica-consagrada nacido en Getafe y con presencia en San Sebastián, nos prepararon una comida de aúpa, y Monseñor Munilla se despidió regalándonos su libro “Dios te quiere feliz”. En fin… Bendición tras bendición. 




La tarde del domingo la pasamos en la carretera, rumbo a Ciempozuelos. Originalmente teníamos el deseo de pasar por el convento de La Aguilera, pero en su momento vimos que los horarios no nos iban a cuadrar… Así que lo tenemos pendiente. Después de 6 horas en la carretera, con nuestros cantos, rezos, mareos y paradas forzadas incluidas, llegamos a Ciempozuelos, muy cansados y más contentos. Sabiendo que el Señor ha estado grande con nosotros, y que por eso estamos muy alegres. Y con el deseo de que todo lo recibido y sembrado -que ha sido mucho- dé fruto, y fruto en abundancia, para que podamos ser reflejo de esa “la más hermosa juventud de este mundo”, que es Cristo. Y para que muchos, ojalá todos, los jóvenes con quien nos crucemos, les podamos acercar a Él, que vive y reina para siempre, en la gloria, que ha venido a compartir con nosotros. 

Evidentemente se me quedan en el tintero muchos momentos, anécdotas y regalos del Señor. Cla-cla-cla-ro que me gustaría compartirlos, pero hay que poner el punto y final en algún momento. Hasta la próxima aventura que nos regale el Señor. Amén.


ANEXO

Notas tomadas a "vuelatecla" del coloquio con Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián. 





  • Importancia de los ambientes, amigos, que tiren de mí para arriba. 
  • El estímulo de las vocaciones de otros: matrimonios, religiosas...
  • El evangelio de Jesús es para todos. 
  • Que Jesús sea el corazón de mi vida.
  • La fidelidad es la debilidad bien acompañada. ¿Tú estás bien acompañado? No sé si es lo más importante, pero sí lo más urgente. 
  • Un ambiente que tire de mí para arriba. 
  • “En tiempos de turbación no hacer mudanza”
  • En el camino de Santiago todos tuvieron un mal día, pero por turnos. 
  • Éste está muy formado. Me tengo q formar tan bien como él. 
  • Aprender a rezar. 
  • Gente sacrificada. Gente que no se queja, que siempre sirve a los demás... y yo soy muy cómodo. Necesito aprender a amar en el sacrificio, la renuncia.
  • Distinguir entre lo que quiero y lo que me apetece. 
  • ¿Cuál es la fórmula para saber amar al prójimo? 
  • Difícil amar al otro sin el olvido de sí. Para ponerse en el lugar del otro, preciso morir a sí.
  • El Voluntariado como buscarse a sí mismo. “Apostolado”, alguien me llama y me envía. 
  • El Cielo será el amor hasta el olvido de sí mismo. El infierno es la soledad conmigo mismo para siempre. 
  • El narcisismo, un rasgo de nuestros tiempos. Herida que impide amar a un “tú” diferente de tu “yo”. 
  • “Amarás al prójimo como a ti mismo”, pero más: “como yo os he amado”. Amar con el amor De Dios. Desearles lo mejor: Dios mismo. Intentar acercarle a Dios. 
  • ¿Cómo llevar tus heridas y cruces?
  • Las heridas son difíciles de identificar en solitario. 
  • Confrontación y corrección fraterna. 
  • Mal enfocadas, las cruces me convierten en víctima, en “Kalimero”. Auto-victimismo. 
  • ¿Cómo perdonarse a uno mismo y saber llevar la debilidad?
  • Soberbia sutil el no perdonarse o aceptarse. Le estás diciendo a Dios: “no me has hecho bien”. 
  • Lo nuestro no es inventar el plan de Dios, sino descubrirlo. 
  • En no aceptar un pecado, puede haber un “yo no iba a hacer esto”. Dios te ha querido contando con ello. 
  • Si Dios me ha perdonado, ¿quién soy yo para no perdonarme? Tengo que descubrir qué quiere Dios de mí al pasar por esa miseria. 
  • ¿Quién lleva las riendas de mi vida? 
  • ¿Cómo discernir mi vocación? 
  • Munilla preguntaba a sus compañeros cómo había sido su vocación. Cada historia es única. 
  • En la vida espiritual cuando se avanza todo se integra y unifica, haciendo todo más sencillo.
  • En lo vocacional, lo esencial es DESCUBRIR EL DESEO DE DIOS, no inventarlo. 
  • “Señor, ¿qué quieres de mí?” Lo lógico es preguntarlo con frecuencia y confianza. 
  • Dios no juega al escondite. A quien se lo pregunta con sinceridad, le responde. 
  • Para que esa pregunta y respuesta funcione, necesitamos la santa indiferencia: sin marcar las cartas. 
  • Confiar mucho en el amor que Dios nos tiene, y pedir la santa indiferencia. 
  • En Aquello para lo que Dios te da una gracia -aunque puedas tener resistencia interior- hay Alegría y paz, aunque haya lucha. Es Su sello. 
  • La voluntad de Dios no es “amárgate en esta vida...”, sino “ten vida abundante”. Aunque haya lucha. 
  • ¿Cómo acompañar rectamente?
  • Pedir los dones del Espíritu Santo. El ministerio de la consolación y el acompañamiento. 
  • Dos riesgos: 
  • 1. Ante la gente tan herida, que huyamos de ellos. Son los pobres de Yavhé, hay que estar a su lado. 
  • 2. Acoger los desahogos sin colocarlos y ordenarlos. Es necesario confrontar y corregir, además de escuchar. Saber dosificarlo: si está muy machacado, espera. Decir algo, y después más.
  • Prudencia y discernimiento. Para eso: disponibilidad, paciencia, dones del Espíritu. Ojo! Poner distancia para que no haya apego. 
  • Ser instrumentos del Señor para las otras personas. Para eso, estar desafinado no ayuda. Debo afinar mi vida espiritual.


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