domingo, 10 de noviembre de 2013

EL PRIMER INSULTO

Se produjo hace un par de días. Cruzaba la calle en busca del coche y a unos metros, compartiendo con todos la música de sus móviles, tres chavalas caminaban con paso animado al tiempo que hablaban. Un breve silencio ante la vista del sacerdote. Segundos después, se oía en medio de la calle una mofa del cura, dudando de su virilidad. Reconozco que el orgullo se dolió, y estuve a punto de acercarme a la muchacha a decirle que, además de educación, le faltan gafas. Pero mi falta de humildad la suplió el Señor con mi falta de tiempo. Así que entré en el coche y salí disparado hacia el siguiente destino.

Para compensar esta leve afrenta, al día siguiente, en la visita a la residencia de mayores para llevarles la Comunión, una señora de 96 años -que apenas ve- me dijo que era muy guapo y que si me casaba con ella. Empate a uno.

En realidad debo decir que desde que llegué a Ciempozuelos la proporción entre acogida y rechazo al verme como sacerdote es de 100 a 1, aproximadamente. Las muestras de cariño, de alegría y de respeto en estos dos meses han sido cuantiosas. Las miradas con recelo, la indiferencia o la hostilidad, escasas. Supongo que el testimonio de D. Miguel Ángel Santos, párroco de este pueblo durante 35 años, ha dejado huella en esta tierra. Eso y la labor de la familia Hospitalaria -Hermanos de san Juan de Dios y Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón- con los más de 1.500 residentes con enfermedad mental en sus centros. Y la labor de acompañamiento a mujeres que sufren la prostitución por parte de las Oblatas de Cristo Redentor, otra fundación nacida en Ciempozuelos. Pero bueno, hablar de las raíces religiosas de este pueblo merece otro post. Por hoy, termino pidiendo por estas chavalas que se dejan llevar por los tópicos y los prefieren antes de confrontarlos con la realidad. Y pido que pidáis para que los que a veces nos toca soportar algo de escarnio por mostrar públicamente nuestra condición de consagrados, sepamos mirar a todos con mansedumbre y misericordia, con firmeza si conviene, y siempre con caridad. Gracias.